Capital humano –

La elegancia relacional: el arte de hacer brillar a los demás para brillar mejor uno mismo

Capital humano –

La elegancia relacional:
el arte de hacer
brillar a los demás
para brillar
mejor uno mismo

¿Alguna vez has notado que ciertas personas
desprenden un aura profesional que inspira respeto
y admiración, mientras que otras tienen dificultades
para brillar, pese a tener un nivel de experiencia similar?

¿Alguna vez has notado
que ciertas personas
desprenden un aura
profesional que inspira
respeto y admiración,
mientras que otras tienen
dificultades para brillar,
pese a tener un nivel
de experiencia similar?

La apariencia, el barniz de la elegancia

A menudo se percibe la elegancia como una actitud o una manera de vestir: un atuendo cuidado, una postura segura, una sonrisa, un peinado impecable, accesorios bien seleccionados.

Por supuesto, todo eso es importante. En muchos ámbitos como el lujo, el turismo, la hostelería, la gastronomía, los oficios artesanales e incluso la cultura, la primera impresión es esencial. La imagen tranquiliza y aporta credibilidad.

Ya sea en una entrevista de trabajo o en un simple intercambio con un cliente, presentarse bien, estar correctamente arreglado, es ante todo una cuestión de respeto. Y aunque las mentalidades evolucionen, cuidar la apariencia nunca podrá considerarse totalmente anticuado o superficial.

Tomemos el ejemplo de los chefs de gastronomía:
Desde hace algún tiempo, y bajo la influencia de una tendencia llegada de los países del norte, algunos chefs han decidido dejar de lado la chaqueta tradicional en favor de un simple polo y delantal. Sin embargo, a pesar de esta sencillez recuperada, su atuendo sigue estando estudiado: materiales naturales, colores auténticos, armonía de tonos…

La apariencia sigue siendo el barniz indispensable de la elegancia.

La apariencia,
el barniz de la elegancia

A menudo se percibe la elegancia como una actitud o una manera de vestir: un atuendo cuidado, una postura segura, una sonrisa, un peinado impecable, accesorios bien seleccionados.

Por supuesto, todo eso es importante. En muchos ámbitos como el lujo, el turismo, la hostelería, la gastronomía, los oficios artesanales e incluso la cultura, la primera impresión es esencial. La imagen tranquiliza y aporta credibilidad.

Ya sea en una entrevista de trabajo o en un simple intercambio con un cliente, presentarse bien, estar correctamente arreglado, es ante todo una cuestión de respeto. Y aunque las mentalidades evolucionen, cuidar la apariencia nunca podrá considerarse totalmente anticuado o superficial.

Tomemos el ejemplo de los chefs de gastronomía:
Desde hace algún tiempo, y bajo la influencia de una tendencia llegada de los países del norte, algunos chefs han decidido dejar de lado la chaqueta tradicional en favor de un simple polo y delantal. Sin embargo, a pesar de esta sencillez recuperada, su atuendo sigue estando estudiado: materiales naturales, colores auténticos, armonía de tonos…

La apariencia sigue siendo el barniz indispensable de la elegancia.

La riqueza interior,
una elegancia más profunda

La elegancia basada en las apariencias suele ser muy útil para causar buena impresión.
En un mundo de imagen, es a menudo lo que importa para iniciar una relación personal o profesional.

Pero, ¿crees que eso sea suficiente para dejar huella y provocar admiración a largo plazo?

La verdadera elegancia no se compra en las tiendas. Se vive, se encarna.

Para ello, es necesario:
• Conocerse bien, saber realmente quién se es
• Haber realizado un trabajo interior: ego, miedos, creencias limitantes…
• Apreciarse a uno mismo gracias a una buena autoestima
• Sentirse en paz consigo mismo, estando alineado
• Ganar estabilidad y seguridad emocional
• Vivir en total coherencia con lo que uno es realmente

La lista no es exhaustiva, pero sí esencial.

Algunos rechazan el desarrollo personal, cuando a menudo son ellos quienes más lo necesitan. Trabajar en uno mismo forma parte de las competencias emocionales. Es la capacidad de saber cuestionarse.

Un trabajo interior también permite ganar confianza y dejar de buscar validación.

Es finalmente esa belleza interior la que hace que una persona sea elegante. No porque fuerce su brillo, sino porque encarna ese brillo de manera natural y auténtica.

La riqueza interior,
una elegancia
más profunda

La elegancia basada en las apariencias suele ser muy útil para causar buena impresión.
En un mundo de imagen, es a menudo lo que importa para iniciar una relación personal o profesional.

Pero, ¿crees que eso sea suficiente para dejar huella y provocar admiración a largo plazo?

La verdadera elegancia no se compra en las tiendas. Se vive, se encarna.

Para ello, es necesario:
• Conocerse bien, saber realmente quién se es
• Haber realizado un trabajo interior: ego, miedos, creencias limitantes…
• Apreciarse a uno mismo gracias a una buena autoestima
• Sentirse en paz consigo mismo, estando alineado
• Ganar estabilidad y seguridad emocional
• Vivir en total coherencia con lo que uno es realmente

La lista no es exhaustiva, pero sí esencial.

Algunos rechazan el desarrollo personal, cuando a menudo son ellos quienes más lo necesitan. Trabajar en uno mismo forma parte de las competencias emocionales. Es la capacidad de saber cuestionarse.

Un trabajo interior también permite ganar confianza y dejar de buscar validación.

Es finalmente esa belleza interior la que hace que una persona sea elegante. No porque fuerce su brillo, sino porque encarna ese brillo de manera natural y auténtica.

«La elegancia impone respeto, no por estrategia, sino por verdad.»

«La elegancia impone respeto, no por estrategia, sino por verdad.»

La elegancia absoluta,
el arte de hacer brillar a los demás

Brillar por la apariencia y por la riqueza interior es hermoso, pero ¿no es también un poco narcisista?

En un mundo donde cada ser humano hace lo posible por valorarse en las redes sociales, a través de su propuesta comercial, su imagen o su identidad, existe, en mi opinión, un nivel aún más elevado de elegancia.

Es un nivel que despierta respeto y admiración: se trata del arte de hacer brillar a los demás.

Aquí no hablo de destacar a otros para brillar más uno mismo. No hablo de utilizar la imagen de los demás para hacer brillar la propia actividad. No, hablo de hacer brillar verdaderamente a los demás, sin aprovechar su imagen, con auténtica sinceridad.

La verdadera elegancia reside finalmente en la relación.
La clave es lograr brillar uno mismo mientras se hace brillar al otro.

La elegancia relacional es, en mi opinión, la elegancia suprema.
Refleja la nobleza del corazón, la capacidad de reconocer la riqueza inmaterial del otro.

La elegancia absoluta,
el arte de hacer
brillar a los demás

Brillar por la apariencia y por la riqueza interior es hermoso, pero ¿no es también un poco narcisista?

En un mundo donde cada ser humano hace lo posible por valorarse en las redes sociales, a través de su propuesta comercial, su imagen o su identidad, existe, en mi opinión, un nivel aún más elevado de elegancia.

Es un nivel que despierta respeto y admiración: se trata del arte de hacer brillar a los demás.

Aquí no hablo de destacar a otros para brillar más uno mismo. No hablo de utilizar la imagen de los demás para hacer brillar la propia actividad. No, hablo de hacer brillar verdaderamente a los demás, sin aprovechar su imagen, con auténtica sinceridad.

La verdadera elegancia reside finalmente en la relación.
La clave es lograr brillar uno mismo mientras se hace brillar al otro.

La elegancia relacional es, en mi opinión, la elegancia suprema.
Refleja la nobleza del corazón, la capacidad de reconocer la riqueza inmaterial del otro.

La elegancia relacional,
como clave del éxito en el management

Si la elegancia relacional puede aplicarse en nuestra vida cotidiana, tanto en lo personal como en lo profesional, es importante destacar que adquiere una dimensión aún mayor en el éxito del liderazgo.

Tomemos el ejemplo de un dirigente de empresa (o de un club deportivo, o un responsable político).

Imaginemos que esta persona ya irradia naturalmente. Domina su lenguaje corporal, gestiona perfectamente su estrés y se presenta con seguridad ante su público. Habla con calma, rectitud, sonrisa y transmite apertura de espíritu.

Todo eso puede parecer maravilloso.

Sin embargo, es evidente que si esa persona solo irradia para sí misma, por ego, tal vez tendrá cierto carisma, pero le costará federar.

En cambio, si irradia con la intención plena y genuina de hacer brillar a su pueblo o a su equipo, ganará en carisma, respeto y admiración.

Sigamos con la gastronomía: un chef al principio de su carrera puede sentir la tentación de cocinar para recibir elogios, para brillar ante los demás, para obtener validación.

Pero un chef al final de su carrera querrá, seguramente, cocinar para transmitir a sus aprendices, para enriquecerlos con sus conocimientos, para animarlos y para felicitar el esfuerzo de cada miembro de su brigada. Tendrá ganas de dar con humildad.

Quien da sin esperar nada a cambio, brilla siempre más que quien toma.

Y hacer brillar no es solo dar: es revelar.

La elegancia relacional,
como clave del éxito
en el management

Si la elegancia relacional puede aplicarse en nuestra vida cotidiana, tanto en lo personal como en lo profesional, es importante destacar que adquiere una dimensión aún mayor en el éxito del liderazgo.

Tomemos el ejemplo de un dirigente de empresa (o de un club deportivo, o un responsable político).

Imaginemos que esta persona ya irradia naturalmente. Domina su lenguaje corporal, gestiona perfectamente su estrés y se presenta con seguridad ante su público. Habla con calma, rectitud, sonrisa y transmite apertura de espíritu.

Todo eso puede parecer maravilloso.

Sin embargo, es evidente que si esa persona solo irradia para sí misma, por ego, tal vez tendrá cierto carisma, pero le costará federar.

En cambio, si irradia con la intención plena y genuina de hacer brillar a su pueblo o a su equipo, ganará en carisma, respeto y admiración.

Sigamos con la gastronomía: un chef al principio de su carrera puede sentir la tentación de cocinar para recibir elogios, para brillar ante los demás, para obtener validación.

Pero un chef al final de su carrera querrá, seguramente, cocinar para transmitir a sus aprendices, para enriquecerlos con sus conocimientos, para animarlos y para felicitar el esfuerzo de cada miembro de su brigada. Tendrá ganas de dar con humildad.

Quien da sin esperar nada a cambio, brilla siempre más que quien toma.

Y hacer brillar no es solo dar: es revelar.

Lo contrario de la elegancia relacional

Todos conocemos personas competentes, incluso brillantes en su trabajo.
Y sin embargo, no necesariamente las admiramos.

¿Sabes por qué?

Son a menudo personas que creen ser benevolentes, pero no lo son tanto.
Son personas que carecen de valores y que nos apagan en lugar de hacernos brillar.
Nos toman energía en lugar de dárnosla. Nos drenan o nos agotan en lugar de iluminarnos y recargarnos.

Suele tratarse de personas poco claras, que carecen de implicación, claridad y compromiso real en la relación.
Una relación, sea personal o profesional, no está hecha para que uno sienta que es consumido. De hecho, una relación en la que la intención de construir va en un solo sentido suele llamarse relación malsana, incluso tóxica.

En un contexto laboral, si un equipo lo da todo y no recibe ni reconocimiento, ni seguridad, ni confianza… se cansa, se cierra, se desanima y finalmente se apaga.

También están quienes poseen un ego desmesurado.

Conocí a un joyero al final de su carrera, Mejor Obrero de Francia, que hacía monólogos sin fin, criticando a sus colegas por su falta de apoyo. Estaba tan centrado en sí mismo que no se daba cuenta de que esa falta de apoyo provenía, seguramente, de su total ausencia de cuestionamiento personal.

Y también están quienes te miran por encima del hombro, quienes son indiferentes, quienes no reconocen tu valor, quienes te hacen sentir que no existes.
Sabes, esas personas que te juzgan incluso antes de conocerte, que te hablan con arrogancia, que no te toman en serio, que quieren aplastarte, dominarte o, peor aún, controlarte.

Lo contrario de la
elegancia relacional

Todos conocemos personas competentes, incluso brillantes en su trabajo.
Y sin embargo, no necesariamente las admiramos.

¿Sabes por qué?

Son a menudo personas que creen ser benevolentes, pero no lo son tanto.
Son personas que carecen de valores y que nos apagan en lugar de hacernos brillar.
Nos toman energía en lugar de dárnosla. Nos drenan o nos agotan en lugar de iluminarnos y recargarnos.

Suele tratarse de personas poco claras, que carecen de implicación, claridad y compromiso real en la relación.
Una relación, sea personal o profesional, no está hecha para que uno sienta que es consumido. De hecho, una relación en la que la intención de construir va en un solo sentido suele llamarse relación malsana, incluso tóxica.

En un contexto laboral, si un equipo lo da todo y no recibe ni reconocimiento, ni seguridad, ni confianza… se cansa, se cierra, se desanima y finalmente se apaga.

También están quienes poseen un ego desmesurado.

Conocí a un joyero al final de su carrera, Mejor Obrero de Francia, que hacía monólogos sin fin, criticando a sus colegas por su falta de apoyo. Estaba tan centrado en sí mismo que no se daba cuenta de que esa falta de apoyo provenía, seguramente, de su total ausencia de cuestionamiento personal.

Y también están quienes te miran por encima del hombro, quienes son indiferentes, quienes no reconocen tu valor, quienes te hacen sentir que no existes.
Sabes, esas personas que te juzgan incluso antes de conocerte, que te hablan con arrogancia, que no te toman en serio, que quieren aplastarte, dominarte o, peor aún, controlarte.

El brillo es contagioso

Imagina dos personas radiantes con la intención mutua de hacerse brillar.

Ya sea en una pareja o en el trabajo, es una relación soñada.

El vínculo humano es sublime cuando nos hace sentir únicos y extraordinarios.
Nos impulsa hacia la luz cuando sentimos el deseo del otro de construir una relación sincera, sin máscaras, sin silencios, sin incoherencias, sin mentiras, sin falsos semblantes.

La relación invita a invertirnos, valora, protege, reconoce. Inspira. En un equipo, el brillo se mide por lo que cada uno llega a ser en contacto con el otro.

Nutrir una relación entre dos personas es:
• Saber darse cumplidos mutuos, sin adulación
• Alinear palabras con pruebas y actos
• Crear una seguridad y estabilidad emocional compartida
• Creer en el potencial del otro: animarse en los proyectos
• Imaginar un futuro con valores y objetivos comunes

Sea en lo personal o en lo profesional, todos queremos ser reconocidos por nuestro valor y avanzar en una conexión sana, estable, tranquila, evidente.

Una persona es como una planta: hay que regarla cada día para que florezca. Regarla con paz, serenidad, alegría y emociones positivas.

Desarrollar la elegancia relacional en la empresa es tomar conciencia del trabajo común que queda por recorrer, ya sea en el management, con los equipos, entre los servicios.

El verdadero brillo nunca es personal. Es contagioso en la reciprocidad.

El brillo
es contagioso

Imagina dos personas radiantes con la intención mutua de hacerse brillar.

Ya sea en una pareja o en el trabajo, es una relación soñada.

El vínculo humano es sublime cuando nos hace sentir únicos y extraordinarios.
Nos impulsa hacia la luz cuando sentimos el deseo del otro de construir una relación sincera, sin máscaras, sin silencios, sin incoherencias, sin mentiras, sin falsos semblantes.

La relación invita a invertirnos, valora, protege, reconoce. Inspira. En un equipo, el brillo se mide por lo que cada uno llega a ser en contacto con el otro.

Nutrir una relación entre dos personas es:
• Saber darse cumplidos mutuos, sin adulación
• Alinear palabras con pruebas y actos
• Crear una seguridad y estabilidad emocional compartida
• Creer en el potencial del otro: animarse en los proyectos
• Imaginar un futuro con valores y objetivos comunes

Sea en lo personal o en lo profesional, todos queremos ser reconocidos por nuestro valor y avanzar en una conexión sana, estable, tranquila, evidente.

Una persona es como una planta: hay que regarla cada día para que florezca. Regarla con paz, serenidad, alegría y emociones positivas.

Desarrollar la elegancia relacional en la empresa es tomar conciencia del trabajo común que queda por recorrer, ya sea en el management, con los equipos, entre los servicios.

El verdadero brillo nunca es personal. Es contagioso en la reciprocidad.

El aura profesional en la práctica

La elegancia, ya sea interior o relacional, exige un trabajo diario.

Requiere no buscar la facilidad, sino cultivar una fuerte inteligencia emocional y querer reforzar o adquirir nuevas competencias emocionales.

Quien comprende que el trabajo interior puede servir para desprender un bello aura profesional, es alguien que ya ha recorrido un largo camino profundo en sí mismo.

El aura profesional
en la práctica

La elegancia, ya sea interior o relacional, exige un trabajo diario.

Requiere no buscar la facilidad, sino cultivar una fuerte inteligencia emocional y querer reforzar o adquirir nuevas competencias emocionales.

Quien comprende que el trabajo interior puede servir para desprender un bello aura profesional, es alguien que ya ha recorrido un largo camino profundo en sí mismo.

«La verdadera elegancia se vive y se siente.»

«La verdadera elegancia se vive y se siente.»

En la era de la inteligencia artificial, donde todo se vuelve superficial, lo humano y lo real se convierten en un lujo.
Nuestra época ya no necesita estrellas en la empresa: egos desmesurados para destacar.
Necesita presencias: managers que iluminen a los demás con verdad y autenticidad.

Nunca es tarde para empezar un trabajo sobre uno mismo.

Acompaño, en formación, en mentoría y en balance profesional individual, a quienes desean aprender a brillar, a conocerse mejor y a comprender las claves de la elegancia relacional.

Desde hace varios años, también enseño la elegancia a la francesa: la que alcanza la gracia divina, tal como la describía Honoré de Balzac en su ensayo de 1833, llamado « Tratado de la vida elegante ».

También abordo la elegancia en su dimensión de apariencia, con la exploración del arte sartorial, hasta su filosofía aplaudida por movimientos de generaciones actuales.

Si deseas un acompañamiento personalizado o colectivo, contáctame. Estaré encantada de responder a tus necesidades.

En la era de la inteligencia artificial, donde todo se vuelve superficial, lo humano y lo real se convierten en un lujo.
Nuestra época ya no necesita estrellas en la empresa: egos desmesurados para destacar.
Necesita presencias: managers que iluminen a los demás con verdad y autenticidad.

Nunca es tarde para empezar un trabajo sobre uno mismo.

Acompaño, en formación, en mentoría y en balance profesional individual, a quienes desean aprender a brillar, a conocerse mejor y a comprender las claves de la elegancia relacional.

Desde hace varios años, también enseño la elegancia a la francesa: la que alcanza la gracia divina, tal como la describía Honoré de Balzac en su ensayo de 1833, llamado « Tratado de la vida elegante ».

También abordo la elegancia en su dimensión de apariencia, con la exploración del arte sartorial, hasta su filosofía aplaudida por movimientos de generaciones actuales.

Si deseas un acompañamiento personalizado o colectivo, contáctame. Estaré encantada de responder a tus necesidades.

AUTORA

Noëlie Nottet

CATEGORÍA

Capital humano

PUBLICADO EL

09 noviembre 2025

RED SOCIAL

AUTORA

Noëlie Nottet

CATEGORÍA

Capital humano

PUBLICADO EL

09 noviembre 2025

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